¿Qué ver en Martinica? Primera parte

Cuando estaba viviendo en Martinica mucha gente me escribió para preguntarme qué era lo que más me gustaba de la isla o lo que no debían perderse en caso de visitarla. No siempre contesté pues a veces recibía los emails cuando aún me quedaba tanto por ver. De ahí que aunque tardío, este post intenta contestar a las muchas preguntas sobre las principales atracciones de la isla de las flores. Imposible nombrar todas los lugares que me gustaron de Martinica, pero desde luego estos que están aquí me parecen los que no deberían faltar en una visita. Para no hacer el post muy largo, lo he estructurado en dos entradas. Aquí la primera entrega.

Saint-Pierre. La antigua capital de la isla, trágicamente asociada a la erupción del Pelée.
Quizá el nombre de Saint-Pierre no le dice nada a quien no ha visitado Martinica, isla de la cual tampoco es que se oiga hablar mucho que digamos. Así que Saint-Pierre podría pasar desapercibida a no ser que se sepa que aquí estaba la antigua capital de la Martinica y era en esta ciudad que había la más grande concentración de edificios coloniales antes de 1902. Entre el 2 y el 8 de mayo de este año, el monte Pelée, un volcán situado a 7 kilómetros de la antigua capital, entró en erupción causando con su flujo piroclástico y lava candente la muerte de unas 30.000 personas. Saint-Pierre quedó destruida y para siempre asociada con este triste suceso.
Debido a la destrucción causada por la lava que descendió del volcán, muchos de los edificios de la ciudad se encuentran en ruinas y apenas quedan los cimientos, pero lo que queda y lo que se ha construido después bien vale la pena verlo.

Fuente del antiguo teatro de Saint-Pierre

Fuente del antiguo teatro de Saint-Pierre

Vista de Saint-Pierre

Vista de Saint-Pierre

Celda de la cárcel de Saint-Pierre en la cual estaba Luis-Auguste Cyparis, uno de los pocos sobrevivientes de la erupciónCelda de la cárcel de Saint-Pierre en la cual estaba Luis-Auguste Cyparis, uno de los pocos sobrevivientes de la erupción del Pelée

Catedral de Saint-Pierre

Catedral de Saint-Pierre

Jardín de Balatá y la Route de la Trace. Helechos gigantes, vegetación exuberante. Naturaleza y paisajismo en estado puro.
Al Jardín de Balatá ya le dediqué un post cuando lo visité nada más llegar a Martinica. Con más de tres mil especies de plantas magistralmente dispuestas a lo largo de sus casi tres hectáreas, el colorido de las flores, la exuberancia de algunas plantas ayudan a reforzar esa idea de que se está en un paraíso sobre la Tierra. Cercano al Jardín se encuentra la Sacré Coeur de Balatá, una réplica a pequeña escala de la famosa basílica de Montmartre. El camino que lleva hacia el Jardín de Balatá es parte de la N3, llamada Route de la Trace. Esta ruta usada ya en el siglo XVII por los jesuitas atraviesa parte del centro norte de la isla pasando por varias poblaciones interesantes como Morne Rouge o Ajoupa-Bouillon y siendo ideal su recorrido para tener excelentes vistas de los Pitons du Carbet, conjunto montañoso de origen volcánico que define el perfil en alzado de la isla. La carretera en sí misma es lo más interesante, durante buen parte del camino se pasea bajo unos helechos gigantes que parecen salidos de una película de dinosaurios. La belleza de esta foresta tropical es tal que a quien le guste el verde y la naturaleza disfrutará inmensamente el viajar a través de este camino. Como único inconveniente, si el trayecto se hace caminando fuera de la carretera en plan trekking hay que llevar un calzado cómodo, alto y cerrado porque esta es la única zona de Martinica en la cual se han visto aún las peligrosas serpientes fer de lance.

Planta en el Jardín de Balatá

Planta en el Jardín de Balatá

Paisaje desde el Jardín de Balatá

Paisaje desde el Jardín de Balatá

Sacré Coeur de Balatá

Sacré Coeur de Balatá

vegetación en la Route de la Trace

vegetación en la Route de la Trace

Habitation Clément. Ron, hacienda colonial y exposiciones de arte 
Los planteurs eran los hacendados de las explotaciones agrícolas de la isla, en el caso de Martinica el azúcar y el plátano eran los cultivos estrella. Dichas explotaciones se conocen con el nombre de Plantation o Habitation para referirse al inmueble o casa principal en la cual vivía el hacendado junto a su familia. La Habitation Clément es uno de los mejores exponentes de estas haciendas que se encuentra además en muy buen estado de conservación. La visita a la antigua destilería, los depósitos de barricas de ron, a la casa principal y sus exteriores hacen de la Habitation Clément uno de los imprescindibles si se quiere conocer cómo prosperaron estas tierras con el cultivo de caña de azúcar y si se quiere conocer sobre los procesos para la obtención del preciado líquido etílico. Famosa es también la Case de l’économe (casa del ecónomo) por haber sido la sede de un encuentro entre George Bush padre y François Miterrand por allá por 1991 cuando terminaba la Guerra del Golfo.

La casa principal, de madera de caoba, data del siglo XVIII siendo además el prototipo de este tipo de residencia dentro de las haciendas martiniqueñas de esta época. Su interior está cuidadosamente decorado con muebles estilo colonial del XVIII y del XIX que dan un toque muy genuino a todo el conjunto.

Otro de los motivos para visitar la Habitation Clément es que ella alberga en dos de sus dependencias anteriormente destinadas al añejo del ron los espacios expositivos de la Fondation Clément en Martinica -a una de cuyas exposiciones ya dediqué un post-. Y cómo no, también hay que decirlo, la salida de la Habitation se hace a través de una especie de bar-tienda en la cual se ofrece una degustación de los rones Clément que dicho sea de paso están buenísimos.

Casa principal Habitation Clément

Casa principal Habitation Clément

Interior de la casa principal

Interior de la casa principal

Antigua destilería

Antigua destilería

Barricas de ron

Barricas de ron

Playa de Grande Anse y Les Anses d’Arlet. Playa de ensueño con arena, cocoteros y un pintoresco pueblo
Por supuesto que no se puede ir a Martinica y no ir a la playa, y si se puede ir a esta entre otras muchas que hay, mejor. La Grande Anse es una ensenada al sur de la isla, en el Mar Caribe, que supongo que colma las expectativas de cualquier viajero que venga buscando sol y playa. El viaje hasta la playa vale la pena porque al igual que el de la Route de la Trace al norte, la carretera que lleva a esta parte de la isla está rodeada de una vegetación y unas vistas del mar impresionantes. En la playa de Grande Anse se pueden encontrar algunas tiendas de souvenirs, quioscos donde comprar provisiones, restaurantes a la orilla de la playa, pero si se quiere visitar el bonito pueblo pesquero de Les Anses d’Arlet hay que ir en coche un poco más al sur.

Grande Anse

Grande Anse

Les Anses d'Arlet

Les Anses d’Arlet

Grand-Rivière. Magnífico paisaje del norte de la isla.
Me atrevo a asegurar que Grand-Rivière es la villa más genuina de la Martinica. Genuina en cuanto a lo mucho que ha conservado de tiempos remotos, en la forma de pensar y hacer las cosas del martiniqueño. Y es que Grand-Rivière se encuentra al final de la isla pues cuando se llega a ella hay que volver sobre los pasos andados porque no está comunicada con nada en su extremo suroeste. Para llegar al pintoresco pueblo pesquero desde el cual hay unas vistas cargadas de dramatismo de la costa atlántica hay que atravesar uno de los paisajes más espectaculares de la Martinica. Bosque tropical que baja en pendiente pues el norte de Martinica es alto con respecto a la costa y gran parte de lo construido se ha hecho sobre un terreno muy inclinado. Y es en este camino donde uno se encuentra con esas sorpresas que a cada rato dibujan una sonrisa en el viajero. El puente de Grand-Rivière, de hierro, es el más largo y a mayor altura de la isla y vale la pena parar en él para hacer unas fotos. Una vez hemos llegado al final del camino, antes de volver sobre nuestros pasos o coger una barca que nos lleve a Le Prêcheur (el pueblo más cercano), es obligatorio dar un giro de 360 grados para poder apreciar con cierto juicio lo diferente que es el norte del sur, incluso en una isla tan pequeña como Martinica. Grand-Rivière tiene algo de melancólico, de nostalgia que sale de debajo de los guijarros de la playa. Yo aconsejo no quedarse mucho tiempo por aquí, pues la congoja y la sensación de aislamiento invaden al que es forastero en estas tierras.

Grand-Rivière

Grand-Rivière

Puente de Grand-Rivière

Puente de Grand-Rivière

El paisaje del norte de la isla es tan diferente

El paisaje del norte de la isla es tan diferente

Hasta aquí la primera parte sobre los sitios que no hay que perderse en Martinica. La próxima semana llega la segunda parte ¡no te la pierdas!